miércoles, 24 de febrero de 2010

RDN Capitulo 5: Navidad con la Pájara Peggy





Todos los días de julio eran iguales, un bizarro ensayo en la mañana en casa del Gurú y en la tarde el ensayo en la casa del Orgas, ya no sabía ni cómo rayos soportaba aguantar al gordito y sus regaños todo el maldito día, no sabía que entregarme al nuevo universo de la música tenía que implicar aguantar regaños, gritos y presiones, sin embargo, a pesar de todo, entre los cinco integrantes ya comenzaba a haber una buena sinergia, digamos que lo que valía la pena de esos días llenos de regaños, viajes largos a esos terrenos pantanosos y mucho agotamiento, era el relajo y los buenos momentos. Me llevaba bien con todos, sobre todo con Gael. A Orgas lo hacía reír mucho y el también a mí con todo lo que hacía extraordinariamente que, para él era normal.
Todo el día era música, había descuidado el dibujo, la pintura y mis aficiones en las artes visuales, y pronto iba a regresar a la escuela. Al parecer eso les disgustaba bastante a mis padres. Sobre todo a mi papá, quien consideraba que todo el día solo estaba de vago. No entendía el gran esfuerzo que yo hacía por superarme para lograr aprender a tocar un instrumento. No había empezado como muchos con un maestro, yo tuve que hacer las cosas por la mala, a punta de madrazos. Creo que esa canción: “The god dressed in green” me la sabía ya de memoria, me tenía harto, pero llegó una nueva propuesta que Gael había compuesto: “Lonely” ,que al parecer estaba igual de elaborada que la que ensayábamos. Él había hecho la letra y había planeado las notas y con ell Gurú la habían pasado a pistas en computadora, así que los dos ya se la sabían casi de memoria y sabían las reglas de cada nota. Entre las cosas que estaban se necesitaba otro teclado y de preferencia mucho más elaborado que el básico con el que había estado tocando.
-¿Quien podría tener un teclado que nos pudiera prestar? –Preguntaba Gael
-No es solo para esta canción, tendríamos que conseguir que alguien nos lo prestara por un tiempo definitivo, que nos lo vendiera, o bien buscar un precio económico en uno. –Contestó el Gurú
-Podríamos robarlo –Dijo Orgas despreocupadamente.
-¿Sabes qué León?, tú tienes la misión de buscar precios por internet o en catálogos de tiendas de música, tu eres el tecladista y debes estar preocupado por esta situación, a menos que quieras tocar siempre en ese tecladito de niño de primaria. –Me dijo el Gurú y fue algo que me tomé muy enserio.
Esa noche busqué catálogos por internet sobre teclados, estaba maravillado de los modelos que veía y al mismo tiempo tan triste por los precios tan altos. Algunos eran teclados y otros eran sintetizadores, pero los precios eran como rascacielos y dudaba que mis padres quisieran apoyarme económicamente. Al otro día no hubo entrenamiento, así que de cierta manera sentí descanso. En la tarde en el ensayo les di los resultados de los precios y así como yo, todos quedaron frustrados. Tal vez Orgas me oía, pero no me prestaba atención.
-Parece que tendremos que hacer lo que Orgas propuso, robar un teclado, ya que ni nuestros bolsillos juntos nos rinden para comprar uno. –Dijo El Gurú –Pero ¿Quien podría tener uno?
-¿Que tal el Mantra?, tiene uno que no utiliza. –Intervino Gael
-Tienes razón, el Mantra no usa su teclado, se ha dedicado nada más a su vida de casado –Contestó el Gurú.
-Y aún así, no ha dejado la chaqueta a un lado, me contó hace poco –Dijo Gael entre risas. –l Mantra siempre fue distinguido por jalarle el cuello al ganso más que todos. Lo han apodado “Don Pajero”, “Punta activa” y “Escopeta”.
-Es todo un caso con eso –Intervino Orgas –Un día que la policía me trepó a su camioneta por andarme orinando en la calle, al subir tenían a un vagabundo y al Mantra, y los habían arrestado por andar haciendo competencias de chaquetas en vía pública. Pero bueno regresando al punto ¿Cómo le vamos a hacer para robarle su teclado?
-Es decir que, de plano ¿Lo vamos a robar? ¿ni si quiera se lo pediremos prestado? –Pregunté desconcertado al escuchar que Orgas ya había tomado el robo como un hecho.
-Lo que pasa es que el Mantra no suele prestar sus cosas, nunca, aunque no las use, es un marro –Intervino el Gurú. Era más que evidente que ese famoso Mantra era un amigo o conocido que tenían los tres en común. Yo aún no lo conocía y ya me daba risa. –Debemos conseguir un carro para escaparnos en chinga, porque no vive en Pachuca, si no en un pueblo vecino “Acayuca” y también necesitamos una carnada.
-Mi papá puede prestarnos su carro -dijo Daniel con su voz ronca y muy seria.
-Muy bien ahora necesitamos una carnada, propongo que el más reciente en entrar al grupo lo sea –Dijo el Gurú y todos voltearon a verme con cara de gozo.
-¡Oigan que les pasa!, ¿qué se creen?, ¿qué voy a hacer yo para entretenerlo, ¿acaso vestirme de pollito y cantar villancicos?
…..

-¡No puedo creer que esté en esta situación!- Decía en el asiento trasero del auto del padre de Daniel mientras estaba vestido con un traje de “La pájara Peggy” aguantando el calor por tan semejante disfraz. Daniel iba manejando y en el asiento delantero del copiloto iba Orgas. Atrás conmigo iban Gael y el Gurú. Ya salíamos de Pachuca y nos dirigíamos a Acayuca.
Llegamos en veinte minutos a la dichosa casa, tenía una reja blanca, un pequeño jardín y se notaba que solo era de un piso, aún no olía a hogar con bebés, solo a una residencia descuidada de una pareja joven desordenada. El plan era que por la parte de atrás entrarían Gael, el Gurú y Orgas cuando yo tocara el timbre y salieran a verme hacer el ridículo de mi vida, Daniel nos estaría esperando una cuadra más adelante. Constaba todo de solo quince minutos bien calculados, desde el toque del timbre hasta la huida en el carro. Así que debíamos ser eficaces. Toqué y la pareja salió, su rostro era una mezcla de desconcierto y ternura hacia mi espeluznante figura amarilla. Abrieron la reja y, desde mi ubicación vi cómo mis tres colegas se introducían por una ventana trasera y noté que al otro extremo había un gran perro que justamente acababa de despertar cuando entraron y ya estaba empezando a dar sus primeros gruñidos, pero inexplicablemente llevaba un bozal y estaba también amarrado. Yo comencé lo que debía, no tenía que distraerme, así que hice un paso chistoso cantando –Era Rodolfo el reno, que tenía la nariz, roja como una grana y un brillo singular...- Mis bailes y movimientos extremadamente bizarros ya captaban suficiente su atención sin tener que voltear atrás a ver porqué el perro se escandalizaba, los dos creerían que mi llegada era el motivo.
-¿Por qué habrá aparecido este extraño pajarito a nuestra puerta amor? –Decía la mujer
-No lo sé cariño, tal vez sea uno de esos testigos de Jehová o un vendedor –Contestó su novio, un hippie de pelo hasta los hombros despeinados y barba desalineada con una cara de pajero que no se la aguantaba, quien yo supuse era el famoso Mantra. Ambos olían como si acabaran de fumar marihuana. Yo solo seguía con mis versos navideños. Todo iba sobre la marcha, alcancé a ver como el Gurú agarraba el teclado y señalaba en forma de burla al pobre animal amarrado. Gael ya estaba sacando el instrumento, todo iba genial hasta que Orgas corrió hipnotizado al refrigerador y comenzó a sacar la comida, y en eso se estrelló contra algo y se oyó un objeto de cristal rompiéndose. En eso la pareja de hippies volteó y todo se estropeó, solo me llevé la mano a la cabeza en señal de “puta madre”.
-Así que esto solo era una distracción para saquear mi casa, malditos ladrones hijos del coño –Dijo el Mantra reaccionando a tal suceso. El Gurú y Gael salieron disparados con el teclado y tras ellos Orgas con cuatro salchichas en la boca y varias cosas en los brazos, entre latas, jamón y quesos. Por unos segundos pensé que el par de Hippies no vivían tan mal con toda esa comida que la mitad se la iba devorando el bestia de Orgas.
Comencé a correr como pude detrás de ellos con ese maldito traje que no me hacía nada hábil, además de que me asaba literalmente. Fue cuestión de segundos para que el gran Doverman del Mantra fuera soltado sin el bozal y llevaba una expresión de querer asesinarnos y lo peor es que en unas milésimas de instantes me atraparía y sería comida de perro salvaje. Gael se percató y le gritó a Orgas que agarrara el teclado, así que Orgas soltó la comida de los brazos sin soltar las salchichas de su boca y agarró el teclado con el Gurú. Gael en dos segundos llegó y me llevó cargando a todo lo que pudo. Yo, con todo el cuerpo apretado por su fuerza de karateka y saltando todo mi ser, alcancé a ver como Daniel metía reversa donde nos esperaba y se subían los dos con el teclado como podían al auto, vi como se abría la puerta derecha delantera donde Gael me arrojó y posteriormente se trepó atrás con medio cuerpo afuera. De re ojo vi cómo logró esquivar al feroz animal que estuvo a punto de agarrarle una pierna. La puerta delantera donde iba seguía abierta, pero necesitaba primero acomodarme bien en el asiento para poder cerrarla ya que Gael me había arrojado como pudo adentro, y no fue sino hasta dos cuadras después que lo pude hacer. Creíamos que nos habíamos librado, hasta gritamos de felicidad, cuando de repente salió el Mantra tras nosotros en una moto a toda velocidad. Fue cuando nuestra expresión cambió de triunfo a alerta, y Daniel aceleró a todo lo que pudo. A dos kilómetros lo pudimos perder definitivamente y ahora sí celebramos victoria, ya teníamos teclado nuevo. Orgas celebraba devorando sus salchichas y un queso que se había alcanzado a meter al pantalón durante la gran huida.