martes, 30 de septiembre de 2014

La cacería (Misantropía vampírica II)

La cacería (Misantropía vampírica II) León Cuevas
La cacería (Misantropía Vampírica II) León Cuevas El rehén estaba amarrado a la silla, dentro de una amplia bodega, lloraba por las torturas que le aplicaban Joaquín Ramos, alias El lagarto y Rodrigo Gonzáles, alias El rodi: principales integrantes del Cártel del Este, asociación delictiva de Tamaulipas que tenía varios integrantes operando en Hidalgo y El lagarto era quien los dirigía desde Pachuca. La puerta de la bodega se abrió de golpe y penetró una imponente figura; gordo y robusto, bigote grueso, con toda la vestimenta de un clásico narcotraficante y sin faltar su enorme sombrero ranchero. Era Everardo Elías Camacho, alias El comandante, quien entró a la escena rodeado de varios hombres armados que cubrían sus rostros con paliacates. El comandante era el líder principal del cártel y había venido una temporada a Pachuca por razones de negocios, al menos eso había dicho sin aclarar detalles. El lagarto, cuando recién llegó el jefe, había pasado de ser el dirigente de la zona a ser solo un integrante más y eso no le agradaba por completo. –Ahora si hijo de la chingada –dijo El comandante refiriéndose a su víctima –dime ¿Qué cártel es el que te envió a espiarnos? Pensabas que no nos íbamos a dar cuenta, pero aquí estás, sentado entre nosotros, sabiendo que si no hablas te arrojaremos en pedazos a la carretera. Sin embargo el espía del bando enemigo no hablaba, aun cuando derramaba mucha sangre por la golpiza y las cortadas en los brazos y la cara. El comandante no tuvo otra opción que tirarle un balazo en el pie. El hombre lloraba todavía más, pero seguía sin hablar y eso llegó al límite de la paciencia del líder, le disparó en el otro pie. Al seguir sin respuesta sacó una navaja y le dijo –si no vas a hablar no vas a necesitar tu lengua –de inmediato se la cortó y se retiró de la escena tras ordenarle al lagarto y al rodi que lo mataran. Eran la once de la noche, después de deshacerse del cuerpo, el par de narcotraficantes platicaban en una mesa tomando un par de cervezas en otra parte de la base. El lagarto quería llegar a la verdad de todo esto y sabía que El rodi se la diría, él era la mano derecha del comandante y venía acompañándolo desde Tamaulipas. –No entiendo rodi ¿Por qué El comandante ha venido si aquí estoy controlando todo a la perfección? Además en Tamaulipas hay más Cárteles tratando de apoderarse del campo de venta que aquí. –Eso es lo que me preocupa más lagarto, el motivo por el que ha venido. Está persiguiendo con una enorme obsesión a un enemigo desde el norte. –Ha de ser demasiado poderoso, puesto que El comandante es un narco muy temido en varios estados ¿Qué tipo de mafioso o dirigente persigue? –Ahí está el asunto, parece que no está buscando a alguien humano, está aferrado con cazar algo sobrenatural. –No me vengas con eso rodi. ¿Me vas a decir que crees en cosas de aparecidos y seres paranormales? –Yo no, pero El comandante si y lo que me preocupa es que esté perdiendo la cabeza por eso. Sabes, desde que murió su única hija, secuestrada por un cártel enemigo, cambió mucho. Siento que se vino para abajo y de un tiempo para acá, comenzó con esta idea de la cacería. Parece que la sombra de esa criatura lo tiene torturado día y noche, su objetivo principal es tenerla muerta y tal vez exhibir públicamente su cadáver como un trofeo, pero al mismo tiempo, ha descuidado al cártel y al negocio por esa idea absurda. – ¿Entonces por eso vino? Es ilógico –dijo El lagarto. –Lo sé, pero hazle entender al él. –Eso me hace perderle un poco de respeto y eso que para mí es un ejemplo a seguir. En ese momento llegaron dos sicarios avisándoles que los necesitaban para un movimiento. De inmediato tomaron sus armas y se dirigieron a la camioneta del comandante que estaba arrancando en el estacionamiento. Se subieron imaginando que iban tras algunos aliados del espía que acababan de descuartizar. El comandante iba sentado en el asiento del copiloto mientras su chofer conducía de manera desenfrenada, atrás, El lagarto, El rodi y otro hombre armado. El líder no decía nada, solo miraba fijo hacia el frente. La camioneta se dirigió a toda velocidad por El río de las avenidas hasta llegar al centro y de ahí al monumento del Reloj. Frenaron por un momento y El comandante señaló hacia una calle que subía, todo parecía que seguían a algún vehículo que iba a la misma velocidad que ellos. El chofer manejó en la dirección señalada hasta que dobló a la derecha y llegó a una calle desolada con edificios viejos, ahí se bajaron y el jefe los dirigió hacia un edificio abandonado. Tumbaron la podrida puerta de madera y penetraron esperando encontrar mercenarios que cazar, pero para sorpresa de todos menos del comandante, después de examinar el piso de abajo, notaron que el edificio parecía estar vacío, un silencio absoluto era lo único que los rodeaba. El lagarto se estaba percatando de que precisamente el líder del cártel estaba perdiendo la cabeza, mientras que El rodi ya estaba harto de lo mismo. Desde el norte lo traía de un lado a otro persiguiendo algo que jamás aparecía, el más que convencido de la locura de su jefe, ya planeaba aprovechar el momento perfecto para deshacerse de él y ocupar su puesto. Incluso desde su estancia en Pachuca le iba a proponer al lagarto unirse para matar al comandante y que ellos dos manejaran a la asociación delictiva con más fuerza y mejores estrategias. Pero todo cambió en un instante, del techo se deslizó una silueta negra que en segundos jaló a uno de ellos, los otros cuatro al momento, dispararon hacia arriba, no alcanzaron a ver bien quien o que era lo que acababa de llevarse a su colega por un agujero del techo y subieron de prisa al segundo piso. Este era más oscuro que el piso de abajo, apenas la luz de la luna alumbraba por algunos orificios de varias tablas de maderas que cubrían las ventanas. El lagarto estaba muy desconcertado y El rodi estaba pensando en que los planes iban a cambiar, ya que su jefe al parecer no estaba tan loco, de verdad podía estar buscando algo fuera de este mundo. En eso de entre las penumbras se aproximó la criatura que para nada estaba intimidada por la presencia de los mercenarios, al contrario, parecía haberlos esperado. Era un ser aproximadamente de uno ochenta de alto, vestido con traje elegante negro y una capa de estilo británica. Su rostro era tan blanco como la luna que alumbraba sobre el edificio, su cabello largo con tonos grises y sus ojos negros con el iris rojizo. En ese momento El rodi se dio cuenta de que El comandante había reunido a sus mejores asesinos para acabar con el enorme monstruo, los había llevado a la boca del lobo. Corrió hacia las escaleras para huir de ahí. Sin embargo el ente se abalanzó esquivando con facilidad las balas de los otros, El rodi no tuvo tiempo ni de gritar cuando en segundos la fiera le arrancó la cabeza y la lanzó hacia sus compañeros. De ahí le bastaron pocos instantes para terminar con el chofer de la camioneta y con El lagarto, dejando el asunto entre él y El comandante. –Ni si quiera mis mejores pistoleros pudieron contra ti Camudrio –dijo El comandante que aparentaba valentía, aunque por dentro, pese a la rabia que cargaba, se moría de miedo –no tienes idea cuanto te odio, eres el responsable de tanta infelicidad en mi vida. Desde que vi como mataste a mi hijita frente a mí y en mi propio patio, no he pensado en otra cosa más que en cobrar venganza. A nadie le conté que habías sido tu por vergüenza y tuve que mentir que los de Cartel del Oeste la habían secuestrado –El comandante tenía un tono de lamento mientras el vampiro se burlaba de él con una risa moderada. –Sabía que me seguirías hasta esta ciudad comandante, no tendría que buscarte si solito ibas a venir a mí, viejo amigo –dijo Camudrio con una voz ronca que parecía de ultratumba. –No me llames amigo, Camudrio, eres lo peor que ha pasado, he llegado a pensar que eres el mismo diablo en persona –respondió el narcotraficante. –Podría haberte matado desde hace mucho, pero en realidad te he permitido vivir porque me haz servido como carnada –le contestó el enorme vampiro entre risas. En ese momento se escuchó que algo cayó en el techo, en efecto había volado hasta aterrizar arriba de ellos. Camudrio miró hacia a lo alto, estaba esperando a un tercer invitado. –Usted espéreme aquí comandante, a mi amigo le gusta mucho la sangre de los maleantes y por eso has sido mi carnada perfecta, si alguien lo ha atraído no he sido yo, sino usted. –Momento Camudrio ¿un amigo tuyo, te refieres a que existen más como tú? –Por su puesto mi señor, somos muchos a decir verdad y estamos empezando a poblar La bella airosa, para comenzar a gobernar el mundo desde aquí, ésta pequeña ciudad nos da el panorama perfecto para que tomemos el control absoluto. Sólo que algunos necios no quieren entender a La hermandad. Regreso en unos instantes con usted – Las pisadas del techo parecían como si fueran de algún enorme felino que merodeaba arriba de ellos, Camudrio se escurrió por un agujero en la pared. El comandante de verdad se sentía muy confundido, no podía creer que había sido usado. Se empezaron a escuchar ruidos muy fuertes como si dos fieras pelearan de manera agresiva, el sonido creció y era cada vez más devastador, hasta que de pronto vino de nuevo el silencio aterrador. El comandante bajó rápido las escaleras para salir de ahí, pero fue demasiado tarde. En el piso de abajo lo esperaba una silueta delgada, de estatura más baja y que sostenía en sus brazos a Camudrio muerto. Se veía muy impactante como alguien con tamaño promedio sostenía con una mano a un cuerpo de más peso y medida, como si fuera un muñeco de trapo. –¿A dónde cree que va Comandante? –dijo con una voz serena. Cuando la luz de la luna lo alumbró se vio a alguien del mismo tono de piel que Camudrio, vestido con moda más actual; saco y pantalones de tonos pardos, sweater vino de rombos y lentes hipsters. En apariencia podría tratarse de algún humano, pero era todo lo contrario, se trataba de otro vampiro que representaba amenaza. Era extraño que ese individuo de apariencia humana se hubiera escuchado como un animal salvaje cuando caminaba en el techo del segundo piso. El comandante le disparó pero la bala pareció no afectarlo, a lo mucho solo le hizo dar un paso hacia atrás. –¿Así recibe a todos los que le ayudan a terminar con sus enemigos comandante? Eso es muy descortés –dijo el nuevo vampiro mientras el cadáver de Camudrio se disolvía en su mano hasta convertirse en polvo y quedar solo un traje con una capa negra. –Yo no seré descortés señor, me presento, mi nombre es Lerion y soy el comisario de esta ciudad. Verá; durante años, La bella airosa ha vivido en paz, no dejaré que su tranquilidad y la mía acaben por personas como usted o algunos seres despreciables como el recién vencido. El comandante lanzó dos disparos más pero de nada sirvieron, Lerion se acercó a él en un segundo y con su dedo índice le hizo una herida cerca de su corazón, perforando su pecho con un movimiento muy fino. En segundos brotó una gran cantidad de sangre. En ese momento se escuchó como iban llegando otras dos camionetas a una cuadra de distancia. –Así que ha traído refuerzos mi comandante –dijo mientras se sentaba en el suelo y sostenía el cuerpo desvanecido del jefe mientras este lo miraba con odio. –Mis hombres te destruirán –fueron sus últimas palabras. Ambos escuchaban como los sicarios se acercaban. –No tiene idea como disfruto la sangre de los maleantes como usted, a lo largo de mi existencia he probado la de mafiosos chinos, gangsters, asesinos rusos y terroristas del oriente. Pero a decir verdad, el torrente sanguíneo de narcotraficante mexicano tiene un sabor muy exquisito; provecho mi comandante. Cuando los sicarios entraron al edificio encontraron el cadáver de su líder colgado del techo, lo bajaron entre todos sin darse cuenta de que Lerion los esperaba en el fondo del cuarto, entre la oscuridad para acabarlos uno por uno. Se frotó las manos disponiéndose a disfrutar de un banquete familiar.