miércoles, 19 de noviembre de 2014

La hermandad de los caídos. Segunda parte. (Misantropía vampírica III)

La hermandad de los caídos parte II. León Cuevas
(Yo iba a morir en el temor divino, pero él quería la savia de mis venas, no sé vivir y sé que soy un ángel abandonado a su soberbia. Rita Guerrero) La luz de la luna llena alumbraba el interior del sitio en ruinas, los tres familiares arrojaron a Jonathan al piso, este aún pataleaba en el suelo pero al ver el entorno se paralizó de miedo. Todos sus vecinos, amigos, Ariadne y sus familiares, estaban ahí observándolo como una parvada de buitres hambrientos, todos teñidos de tono pálido. Entre ellos también había extraños seres vestidos de negro, algunos con aspecto humano y otros con aspecto monstruoso, pero todos eran blancos como la luna. De entre ellos salió un ser más grande de tamaño, vestía una túnica opaca estilo oriental que le cubría hasta media cabeza, a pesar de que le tapaba se notaba que la criatura era calva, sus rasgos eran humanos, incluso muy finos, colgaba de su cuello una estrella de David. Él era la silueta negra que Jonathan veía cada noche, parecía muy imponente, sin duda debía ser el más poderoso de todos los presentes. -Vampiros de La hermandad, gracias por acudir esta noche –dijo la criatura alzando los brazos, sus manos eran igual de gigantescas y sus dedos muy largos. Estaba parado justo frente al niño quien de milagro no se había desmayado. ¡Vampiros! ahora todo tenía sentido para Jonathan, estaba en medio de un nido de seres que veía en las películas de terror, solo que ahora eran reales. -Yo Marcel, he sido designado por la hermandad como el líder que llevará a cabo nuestro plan, en los últimos días hemos poblado esta pequeña ciudad llamada Pachuca, desde aquí comenzará nuestra conquista. Esta noche realizaremos la primera parte del propósito, convertir a todos y cada uno de los integrantes del lugar. Así como convertí a los habitantes de esta colonia yo mismo. Una vez que todos en esta insípida ciudad sean convertidos, ellos convertirán a la gente de las regiones y municipios vecinos. Así dentro de cinco días tendremos al menos diez entidades con toda la gente convertida, suficientes para formar un ejército con el que dominaremos al país y de ahí el mundo entero. Dejaremos esta ciudad como nuestra guarida principal –Marcel volvió a extender sus brazos, miró al cielo y dijo con voz fuerte -¡Preparémonos para dar inicio a la era del vampiro! –Tras lo dicho se oyeron las aclamaciones. Jonathan miraba con miedo pero con asombro a Marcel, era un impacto muy fuerte observar a todos los vampiros pero en especial a ese que medía dos metros y tenía aspecto no de un enfermo sino de la enfermedad misma, la que contagió a sus seres amados. Los vampiros que estaban más cerca de Marcel y que lo rodeaban se veían casi tan grandes como el, posiblemente serían los que tenían cargos poderosos en la llamada hermandad. Marcel bajó su mirada y vio a Jonathan, sus penetrantes ojos se clavaron en el chico como un par de cuchillos. -¡Este niño! –Dijo señalándolo– ¡Este niño lo he elegido para ser nuestro dirigente en el día! –Después de decir eso se agachó para decirle directo a él –a ti no te convertiré en vampiro, pero tu mente estará bajo mi control y mis órdenes, tu harás lo que yo te vaya diciendo en el momento necesario. Entre algunos deberes irás reclutando a más gente que me servirá. Ustedes raza inferior, serán nuestros sirvientes y cuidarán nuestras espaldas mientras nosotros dormimos en el día… -Marcel paró de golpe cuando asignaba la maligna misión. Alzó la mirada con expresión de alerta y le dijo a otro de los vampiros que vestía una sotana –¿Sientes eso? –El vampiro de la sotana afirmó y Marcel prosiguió –Son armas y filos de plata acercándose ¿Cómo es posible… En eso irrumpió en la escena un ejército de hombres que entraron de golpe, varios por la puerta y otros bajando con cuerdas por el techo. Balas y flechas de plata salieron disparadas al instante, desintegrando a varios vampiros que apenas se habían percatado del repentino ataque. Toda la tropa estaba vestida de cuero negro y sus bocas cubiertas con paliacates y bandas. Con razón Jonathan había visto a tres de ellos planeando algo esa mañana en la colonia de al lado. Una batalla campal se formó entre vampiros y caza vampiros, Jonathan observó a Marcel emprender vuelo, el gigante le lanzó una mirada y le dijo -después vendré por ti– y escapó volando. El chico de inmediato se levantó del suelo y corrió a esconderse, estaba justo en medio de la cruzada, veía a vampiros que se deshacían hasta ser polvo y a humanos que caían muertos, algunos otros vampiros intentaban escapar volando como lo hizo Marcel pero eran alcanzados por una bala o una fleca de plata. Antes de tener el mismo destino que alguno de los combatientes, él niño se dirigió hacia una esquina para esconderse entre escombros, en eso se topó con un hombre tirado que se desangraba, fue al único de los cazadores al que pudo verle el rostro. De inmediato el hombre sacó una daga y se la entregó –defiéndete niño –fueron sus últimas palabras. Jonathan la miró, era de plata y en el mango tenía grabadas unas letras que decían “La orden del viento”. Pronto Jonathan se pegó a la pared sujetando la daga por si algún vampiro lo atacaba, en ese instante vio entrando a una figura en medio de la beligerancia que corrió desde la puerta hasta el centro de la hacienda, era una silueta vestida con sudadera de capucha negra la cual le tapaba la cara. Parecía que nadie más se había percatado de su presencia pero dos vampiros se abalanzaron sobre él, sin embargo lanzó de sus mangas un par de filos de plata y desintegró a sus atacantes, de inmediato debajo de la sudadera sacó un aerosol y sin quitarse sus guantes pintó unas enormes letras, al terminar se esfumó al mismo tiempo de que el humo del aerosol se terminaba de disipar en el aire. En ese momento los hombres anunciaron retirada, ya no había rastros de ningún vampiro vivo, el suelo estaba tapizado de polvo blanco. Los cazadores se llevaron los cadáveres de sus compañeros y se retiraron, jamás notaron la presencia del niño que aún permanecía escondido. Una vez que ya todos se habían ido solo quedó el silencio absoluto, la luna llena era la única compañera de Jonathan quien se sentía más solo que nunca. Salió con cuidado de aquel cementerio blancuzco, había perdido todo, sus padres, su hermano, Ariadne. Todos habían muerto en vida para después ser aniquilados por armas de plata. Antes de salir el chico vio en la pared del centro las letras pintadas con aerosol por aquella enigmática figura encapuchada, era un mensaje con negro que decía “Lerion manda aquí”. Jonathan tenía solo dos pistas que podrían darle respuestas, La orden del viento grabado en su daga y el nombre Lerion. Después de esa fatídica noche Jonathan vivió con su abuelo en Jalapa, solamente él pudo creerle lo sucedido. Las investigaciones jamás pudieron descifrar que pasó y el caso fue nombrado como la misteriosa desaparición de las familias de El venado, tomando a Jonathan como un único testigo pero fuera de sus facultades mentales ya que solo dio testimonios absurdos sobre una despiadada batalla. Con el tiempo el caso se fue olvidando hasta quedar como leyenda urbana, pero Jonathan estuvo obsesionado toda su adolescencia con La orden del viento y con el nombre que vio pintado. Desde los dieciséis años se enfocó en solo buscar a la orden por todo el país, le costó hasta los dieciocho encontrarlos y con ellos encontrar todas las respuestas que arrastraba. Supo que habían cuatros grupos secretos dedicados a cazar vampiros y otros seres paranormales, La orden del fuego, La orden del viento, La orden del agua y La orden de la tierra, que La orden del viento se establecía en México y Estados Unidos. También supo que quien les dijo dónde encontrar a La hermandad fue un vampiro, supo también que mientras Marcel estuviera vivo La hermandad podría volver algún día. Jonathan quería ser el encargado de acabar con Marcel por venganza, pues el abominable ser le había quitado a su familia y destruido su infancia y juventud. Al chico le costó dos años para que lo aceptaran en la orden después de diversas y muy duras pruebas. Ahora a sus treinta años, Jonathan es un caza vampiros profesional y junto con La orden del viento buscan a Marcel para acabar de una vez por todas con el siniestro. El tiene claro también que si no encuentra a la enorme criatura, ésta lo encontrará primero, sus palabras aún las llevaba presentes “después vendré por ti”. Jonathan hasta la fecha regresa a Pachuca y sobre todo a la colonia de El venado, mira su antiguo hogar que es ahora una casa abandonada, sabe que la gente de la zona prefiere no mencionar nada sobre la insólita noche de los desaparecidos. En cada visita entra a la hacienda abandonada y mira esas letras pintadas, “Lerion manda aquí”. Por lógica supo que Lerion era aquel vampiro que dio la ubicación a la orden para que acabara con La hermandad, así de algún modo tenía que conocerlo. Tenía que verse cara a cara con aquel ser que traicionó a su propia especie, aquel anti héroe que en plena batalla llegó a marcar su territorio, aquel vampiro que sin planearlo le había salvado la vida.

lunes, 17 de noviembre de 2014

La hermandad de los caídos. Primera parte. (Misantropía vampírica III)

La hermandad de los caídos (primera parte) León Cuevas. (Aún recuerdo el momento en que todo ocurrió, un dolor y un lamento y mi vida terminó. Desde que sentí su aliento no vi más la luz del sol, juego a otro juego hoy. Victor García) Jonathan siempre tuvo miedo a esa hacienda abandonada que se encontraba a las orillas de El venado, la colonia donde habitaba, pero jamás le tuvo tanto miedo como esa noche en que la vida le dio otra oportunidad. Todo empezó con la desaparición de su hermano mayor. El solía ser DJ y mezclaba siempre en las fiestas nocturnas, Jonathan esperaba a que regresara mientras se desvelaba viendo series animadas. Para él era una placer desvelarse cada viernes y sábado viendo la tele en espera de su hermano, muchas veces aguantaba hasta las cuatro de la madrugada y salía a recibirlo con emoción a pesar de que su pequeño cuerpo de once años estuviera cansado. Una noche no llegó ni a las cuatro, ni al amanecer, sus padres lo buscaron todo el día y apenas al caer el sol para alivio del niño, los tres regresaron a casa. Sin embargo desde que los recibió lo ignoraron. Desde ahí eran cada vez más extrañas sus conductas, sus papás dejaron de llevarlo a la escuela y no iban a sus trabajos. Ni ellos ni su hermano se paraban en todo el día, en la noche se iban de la casa y regresaban a unos minutos antes del amanecer pero sin que él se percatara de como entraban, simplemente al salir el sol ya estaban de nuevo en sus camas. Un día entró de puntitas al cuarto de sus papás, vio que dormían cubriendo su cuerpo por completo con las cobijas, parecían un par de bultos que reposaban en un sueño profundo. El pequeño intentó abrir las persianas para ver si así se levantaban a prepararle el desayuno, si su mamá lo acompañara al parque o su papá jugaba con el video juegos, a ver si al menos lo vieran y le dijeran algo en vez de mantenerlo con tanta angustia. Sin embargo no pudo mover las persianas, al parecer estaban selladas, lo mismo pasaba en el cuarto de su hermano. A los dos días se percató de que no solo su familia salía de noche sino que la mayoría de los vecinos incluyendo a Ariadne la niña que le gustaba. Por esos mismos momentos de inmensa soledad comenzó a ver otras cosas más insólitas, una silueta enorme que se dirigía cada noche a la hacienda abandonada. Ese maldito lugar era tétrico desde que tenía memoria. Cuando era un poco más chico iba con Ariadne y sus otros amiguitos del vecindario ahí a contemplar aquellas ruinas, pero jamás entraban, Jonathan siempre inventaba que adentro estaba escondido un monstruo y que lo había visto. Más allá de esa fantasía infantil, tenía una corazonada de que en verdad un día de esas ruinas iba a salir algo. Ahora estaba comprobando que ese algo si era real y que era lo que podía tener embrujados a su familia, a sus amigos, vecinos y a Ariadne. Una mañana dando apenas las seis y ya cumplidos cinco días de que todo había empezado a ser extraño, Jonathan decidió irse solo a la escuela. Ya no soportaba la atmósfera de su casa y no se le ocurrió otro lugar al que pudiera irse, no tenía otros familiares que vivieran en Pachuca, su abuelo y tíos vivían en Jalapa, muchas veces intentó hablarles por teléfono pero las líneas de su hogar y teléfonos púbicos cercanos no funcionaban. Caminando hacia la escuela que se encontraba en la Colonia vecina del ISSTE, vio que nadie más estaba afuera, al parecer todas las familias de El venado dormían en el día, casi al llegar al final de la carretera, en donde terminaba el asentamiento, parecía que era otro mundo diferente. Había movimiento normal, carros, gente lavando banquetas, señores vendiendo tamales. Jonathan atravesó con cuidado la carretera para llegar a la colonia vecina y al hacerlo en un callejón oscuro volvió a ver otra cosa muy extraña; tres hombres vestidos con cuero negro, dos de ellos cubiertos de la cara con paliacates negros, y uno con casco de motociclista, parecían estar planeando algo sospechoso. Él chico se retiró de ahí lo más rápido posible antes de que lo llegaran a ver. En la escuela no podía concentrarse, tenía la imagen de los hombres en la cabeza al igual que la silueta enorme que veía cada noche. De regreso a casa su colonia seguía igual de estática que en la mañana, solo caminaban algunas pocas personas por las calles, los camiones cuando pasaban por ahí bajaban y subían a un individuo por mucho, el ambiente era casi el de un pueblo fantasma, solo una o dos tiendas abiertas con escasa clientela. Esa noche poco después de caer el sol, por fin los padres de Jonathan le hicieron caso, ya se acordaban de que tenían un hijo, pero para esto él chico ya había visto suficientes cosas para tener sospechas de sus propios progenitores, además de que su aspecto en esa ocasión era pálido y enfermizo. -Ven Jonathan, te llevaremos a jugar para compensar todos estos días que no lo hicimos –Dijo su padre que lo tomó de la mano. -Hemos estado algo enfermos y por eso hemos actuado de esa manera contigo –Dijo su madre con tono frío. El chico dejó que lo llevaran afuera de su casa esperando ver hacia donde se iban a dirigir, pero al ver que era hacia la hacienda abandonada soltó a su padre y se echó a correr, en eso su hermano lo sujetó. Entre los tres lo llevaron a fuerzas hasta la hacienda, el corazón del chico latía muy violento.