Pecera
Yo tenía una pecera en donde
se ahogaron más de una vez mis aspiraciones
en esta había una gran
superficie de agua y al fondo una capa espesa de petróleo
en la parte superior
habitaban peces coloridos y ricas variedades
en la parte de en medio,
peces casi olvidados y huevecillos descuidados de la superficie
en el fondo, peces ciegos y
con extraños hábitos abisales
y más abajo la tenebrosa
capa de petróleo.
En esta gran pecera vivía mi
pez favorito, Sylvia
un día, Sylvia alegre, nadó
en picada
desde las seis de la mañana
y yo en desvela la
observaba, pendiente de mi presentimiento
siempre tuve miedo, ese fiel
y vasto miedo
de que Sylvia tocara la capa
de petróleo
anatemas líquidas y
asfixiantes burbujas
que brotan sin oxígeno y con
canto bélico
eran las que me anunciaban
un devastador suceso
y ese día Sylvia nadó en
picada
de las seis a las diez de la
mañana
mientras escuchaba esa
melodía de saxofón
parecía estar sonando con
tristeza y me alegraba
vaya pobre Sylvia, tan
impulsiva y desubicada
ese día de febrero que nadó sin
detenerse
pasando el arrecife de los
peces con mil tonos
pasando entre la alegría, el
olvido y la ceguera
entre peces marginados, de
luces firmes con faros.
Ay Sylvia
pobre de ti y pobre de mí
pobre Sylvia
nadaste ese día tan fuerte y
de prisa
que caíste en la capa de
petróleo
dejando dos huevecillos
dejando a tres vivos sin
color.
Y desde ese día se convirtió
en una hilera de huesos
un esqueleto desnudo flotando
en versos prohibidos
solo eso quedó de Sylvia,
levitando de regreso a la superficie
mientras tanto soplaba aquel
potente saxofón afligido
aquel que golpeándome me
había despertado a las seis de la mañana…
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