Típico que un día de
zoológico te parece agoviante después de tener altas expectativas, y no es por
el lugar, el Zoológico Central Grial
tiene la mejor estructura de todas en el mundo, las jaulas son tan increíbles
que parecen de verdad el hábitat real de cada animal, hay además una variedad
de vegetación por los pasillos y va cambiando según el área del ecosistema.
Además que es uno de los zoológicos más grandes, sobrepasando al de San Diego, al de Bronx, al de Pekín, al de
Chapultepec, al de Berlín y al de Moscú. Tan solo tiene ciento treinta y nueve pasillos, los cuáles
van volviéndose algunos desiertos, otros tundras y otros selvas o sabanas. Pero
el motivo por el cuál un domingo familiar en aquel sitio de tanto esplendor se
vuelve tedioso, es porque tu padre está todo el tiempo tan al tanto de ti. No
puedes ni si quiera explorar por tu cuenta porque ya te está llamando por
celular. Ejemplo: uno está muy entretenido viendo a los hipopótamos en una
increíble zona del pasillo 42, la cual parece una especie de grandes baños
romanos lacustres, en donde de lejos observas a los bellos animales chapucear
por el agua y convivir en familias. En medio de tal contemplación te habla tu
padre para que te regreses al pasillo 39 porque te está buscando como
desesperado, mientras que ya tú y tu hermana le habían dicho que estarían viendo
hipopótamos. Pero no, ha de tener que salirse uno para llegar al pasillo 39
porque si no el hombre es capaz de llegar con toda la guardia del zoológico.
Caminando hacia el lugar donde está tu padre, comentas
con tu hermana lo molesto de la situación y miras que uno de los intendentes
que te empieza a seguir; es calvo, sin dientes, ojos verdes y lo distingue
mucho una barba larga, sucia y llena de canas, tanto tú como tu hermana
apresuran el paso pero él dice algo con su voz áspera que te llama la atención,
insinúa que podrías esconderte muy bien de tu padre si de verdad era tan
molesta su protección. Tu hermana parece no tomarle mucha atención y te sujeta
de la mano para continuar, pero el intendente solo menciona, pasillo 58, donde
ahí casi nadie entra. Tu hermana te jala y llegan rápido con su padre, tu hermana
también está harta de que el hombre haga escándalos por todo. Al poco tiempo de
llegar con él, también llega tu mamá con algunos helados y todo pareciera
felicidades de nuevo, todo excepto el pasillo 58 y su nombre pareciera borrarle
la sonrisa soleada a tus padres, puesto que sugieres ir ahí y te dicen de
inmediato que no, que mejor vayan al pasillo 14 de los bosques de coníferas o
al pasillo 100 de las aves australianas. Todo es felicidad de nuevo el resto
del domingo, pero no puedes quedarte así, tienes que regresar al zoológico,
pero esta vez debe ser solo.
No existe un mejor momento para un escape, que un día de
pinta entre semana, mientras todos entretenidos en las escuelas o en sus trabajos,
tomas un camión, aunque es el primero que tomas, pero te aseguras muchas veces
que sí sea el que dirige al Central Grial. El camión hace un largo recorrido de
una hora y media o un poco más. Bajas y entras, pagas con el fajo de billetes
que le robaste a papá mientras dormía, te sobran algunos billetes para el
regreso y para comprarte helados, refrescos o cosas de comer, pero es mejor no
entretenerse, aunque el zoológico es tan majestuoso y hay pasillos increíbles
como el 12 de La cordillera de Los Andes, el 30 del Serengueti o el pasillo 70
del Amazonas, debe ir uno al objetivo. Imaginas que por ser entre semana
estaría casi vacío, pero error, muchas escuelas en excursión, no importa, buscas
al intendente que te dio el dato del pasillo 58 pero no está, en cambio
preguntas a la señora de un puesto de dulces y al hacerlo pareciera como si
estuvieras diciéndole que buscas al diablo o no sé qué, asustada primero
pregunta que dónde están tus padres, posteriormente no sabe dónde es, dice que
ella ni de chiste se acerca ahí, después más adelante hay un intendente, obviamente
no el que te pasó el tip, sino otro, me dice que si voy al pasillo 58 vaya con
mucho cuidado, que de preferencia pudiera evitarlo. Todos palidecen casi casi
con la mención del pasillo 58 y muy pocos quieren decir cómo llegar, a la vez
no hay rastro del intendente barbón de voz áspera, aun así uno preguntando
llega a Roma o a su objetivo. Está por fin cerca el pasillo 58, para entrar hay
una rampa que te dirige un gran cuarto abierto, a primera vista parece ser solo
un lugar con paredes, ladrillos y pavimento, nada extraordinario, eso sí, ronda
un silencio muy inquietante. Lees el cartel del pasillo y dice “Área de arenas
movedizas”. Miras con atención y te das cuenta que hay unas bardas como las de
las jaulas cerca de cada pared y estas tienen sus cédulas y detrás de las
bardas hay tierra que apenas si se nota. Te acercas a la barda y te das cuenta
que la tierra no es del mismo color en toda la extensión del cuarto, comienzas
a leer las fichas, una dice “Arenas movedizas del Sahara”, otra “Arenas movedizas
del Amazonas”, “Arenas movedizas de Formosa, Argentina”, “Arenas movedizas de
pantanos de Florida”, “Arenas movedizas chinas”.
¿Es en serio? ¿Tantas advertencias del pasillo 58 para
encontrarte esto?
Debes aceptar que es un poco inquietante que de todo el
parque recreativo, ese sea el único lugar al que no llega público, si acaso
pocas personas, otra cosa un tanto perturbadora es aquel silencio que pareciera
encerrar la zona en un umbral apartado del mundo. Decides irte de ahí con la
incertidumbre de si lo que cosquillea entre tus piernas es decepción o es
intriga, regresas un par de veces, como si checaras que algo haya cambiado,
pero no, secciones de tierra y arena húmedas de distintos colores. Te vas del
pasillo y del zoológico, compras un helado, tomas un camión de regreso a la
escuela, esperando que de nuevo sea el camión correcto. Llegas a la escuela,
esperas a que lleguen por ti en el patio sin que se den cuenta el director o
algún maestro. Llega tu mamá en su auto, te escabulles antes de que algún
compañero chismoso se percate de tu presencia y grite algo. Durante los
próximos días estás pensando constantemente en las arenas movedizas, ¿qué
riesgo podrías correr si no las pisas? ¿Qué tiene de aterrador el pasillo? Es
más, ¿qué tiene de extraordinario o divertido?
A las dos semanas de que la idea estuvo yendo y viniendo
a tu cabeza, decides regresar al Central
Grial, examinar de manera detenida el pasillo 58. Haces la misma hazaña,
robas dinero de papá, te fugas a mitad de clases, tal vez fuiste visto por
algún compañero chismoso, por algún conserje o maestro, esperas que no pese a
tal vez esta fuga fue un poco menos precavida que la pasada. Tomas el camión y
te bajas en el zoológico, pagas lo de la entrada, tratas de recordar el camino
al pasillo, después de deambular por algunas zonas y ver algunas avestruces a
lo lejos, llegas a la ruta que te lleva hacia el objetivo, llegas al fin y
entras por la rampa. De nuevo el silencio de un umbral solitario, las mismas
áreas de tierra tras las barras, distintos colores según el tipo de arenas.
Observas entre la quietud, ni un solo ruido cerca, tratas de buscar lo
peligroso, te da la impresión entre toda la armonía de que las áreas movedizas
están vivas, escuchas clara su respiración, escuchas como algo quieren decirte.
No estarás seguro hasta que tomes un poco de tierra de alguna, así que te
acercas, elijes la que dice “Arenas movedizas de Cambridge”, tomas un poco con
mucha cautela, pues piensas de pronto que la arena puede sujetarte y llevarte
consigo, pero no es así, tomas la porción y sientes la arcilla entre tus dedos,
una sensación de humedad que parece extraño, pues la tierra tiene primero apariencia
de estar seca, vas a otras arenas, esta vez eliges unas de Australia, tomas la
porción, lo mismo, una sensación agradable de barro en tu piel. Podrías meter
con cautela un pie en alguna. Miras las fichas para saber bien cuál elegir,
después de dar unas vueltas te decides por las arenas del Sahara. Atraviesas la
barra, pones muy lento un pie sobre las arenas desérticas, este no se hunde, la
tierra pareciera volverse lodo y agua en cuestión de un segundo, la huella de
tu zapato queda marcada. Quedas pensativo unos instantes, te decides con mucho
valor y pones tus dos pies sobre las arenas, parado sobre esa extensión
impredecible, notas que no parecieras hundirte, si en dado caso pasara, aún
tienes cerca la orilla para agarrarte y con fuerzas salir, pero no, parece que
estás pisando una alfombra acuosa, solo eso. Decides acostarte boca arria y disfrutar
un rato, al hacerlo tu cuerpo se aleja de la orilla, no importa, las arenas
parecieran ser las más amigables contigo. Es relajante, escuchas la respiración
del arenal como una suave canción africana, todo parece ir muy bien hasta que
suena tu teléfono celular, miras que es tu padre quien te está llamando, y
sientes que una parte tuya se comienza a hundir, al tratar de reincorporarte se
sumerge la mitad de tu cuerpo de golpe, ahora esa suave arena pareciera que te
está queriendo comer, contestas el teléfono, tu padre te grita al otro lado de
la bocina que dónde estás, que le llamaron de la escuela porque te vieron
salirte. Te quedan dos opciones, colgarle y tratar de salir de las arenas o
pedirle ayuda, y para ambas te queda poco tiempo. Sigues en silencio al
teléfono, tu papá sigue insistiendo, cada vez sube más el tono de su voz,
después de mucho le dices que estás solo en el pasillo 58 del Central Grial. Ahora te das cuenta que
tu cuerpo está hundido hasta los hombros, solo tienes tu brazo con el celular
afuera, lo demás parece ya succionado, tu padre comienza a desesperarse. “¡No
deberías estar ahí, vete de ese lugar!” comienzas a hundirte más, “¡Vete,
vete!” Solo queda tu cabeza más la mitad de tu brazo a la intemperie, comienzas
a gritar, pedir auxilio. Tu padre se aterra, te repite que no deberías estar
ahí y que llamará de inmediato a los del zoológico. Por primera vez no quieres
que te cuelgue, tu brazo ya se hundió con todo y tu teléfono, comienzas a
luchar pero las fuerzas se te disminuyen, ya solo queda tu cara boca arriba y
estás sintiendo poco a poco como la arena comienza a entrar en tu boca, después
en tu nariz, cierras los ojos porque ya comienza a tocarlos, una sensación
áspera muy fuerte los rosa, retienes aire.
Estás sepultado, sientes poco a poco como se va tu poco
oxígeno retenido, sientes arcilla apretándote, pero sientes otro movimiento que
pareciera ser ajeno a la tierra, algo parece que se aproxima desde abajo hacia
ti, cuando piensas que en la agonía no existe el miedo, este da sus últimas
patadas así como tú antes en la superficie, lo que se aproxima está subiendo
más y se coloca junto a ti, escuchas una voz que te susurra al oído,
identificas al intendente barbón que te habló sobre el pasillo 58 delante junto
a ti, sin poder abrir los ojos, puedes imaginarlo con una sonrisa demoniaca y
su mirada de pupilas verdes fijada en ti, como si la arena no le afectara.
“Alguien no debería estar aquí” es lo que te susurra.
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