martes, 19 de mayo de 2020

Fantasmas al filo de tu estufa



  •  Para Elena Garro

Cientos de miradas te acechan
resonancia con bengalas
que bajo del péndulo
vueltos infrarrojos
te esperan tras cada esquina
aguardan en tu propia casa
el eco de un disparo
es canto de mil fantasmas
que levantan tu disfraz de extranjera
para dejar ver ante un marchito cerco
tu porcelana arrepentida
tus recuerdos malditos
las letras que prohibiste
al filo de tu estufa.
Te acechan mil fantasmas
amenazan con golpear tus estrellas
lamen tu brillo
vuelcan a tus gatos
plantan cementerios en tu ventana
bloquean pasillos de escape
puertas a mañanas de ayer
días de memorias antifascistas
bulevares neoyorkinos
sabores del París
pasillos cada vez más angostos
que aplastaban Notre Dame a pasos
por cada paso avanzado
ahogando Guggenheim
en sueños de excesos húmedos
agua sobre Eiffel
de huracanes mexicas
mandados por fantasmas secos
hacia tu nombre de lluvia
entes con voz de fogata
timbres de heno incinerado
jalando tus pasos
para hundirte con ellos
hasta las profundidades de las piedras   
hasta la profundidad de tu dolor
dolor que olvida
una inocencia olvidada…

No deberías estar ahí



Típico que un día de zoológico te parece agoviante después de tener altas expectativas, y no es por el lugar, el Zoológico Central Grial tiene la mejor estructura de todas en el mundo, las jaulas son tan increíbles que parecen de verdad el hábitat real de cada animal, hay además una variedad de vegetación por los pasillos y va cambiando según el área del ecosistema. Además que es uno de los zoológicos más grandes, sobrepasando al de San Diego, al de Bronx, al de Pekín, al de Chapultepec, al de Berlín y al de Moscú. Tan solo tiene ciento treinta y nueve pasillos, los cuáles van volviéndose algunos desiertos, otros tundras y otros selvas o sabanas. Pero el motivo por el cuál un domingo familiar en aquel sitio de tanto esplendor se vuelve tedioso, es porque tu padre está todo el tiempo tan al tanto de ti. No puedes ni si quiera explorar por tu cuenta porque ya te está llamando por celular. Ejemplo: uno está muy entretenido viendo a los hipopótamos en una increíble zona del pasillo 42, la cual parece una especie de grandes baños romanos lacustres, en donde de lejos observas a los bellos animales chapucear por el agua y convivir en familias. En medio de tal contemplación te habla tu padre para que te regreses al pasillo 39 porque te está buscando como desesperado, mientras que ya tú y tu hermana le habían dicho que estarían viendo hipopótamos. Pero no, ha de tener que salirse uno para llegar al pasillo 39 porque si no el hombre es capaz de llegar con toda la guardia del zoológico.
            Caminando hacia el lugar donde está tu padre, comentas con tu hermana lo molesto de la situación y miras que uno de los intendentes que te empieza a seguir; es calvo, sin dientes, ojos verdes y lo distingue mucho una barba larga, sucia y llena de canas, tanto tú como tu hermana apresuran el paso pero él dice algo con su voz áspera que te llama la atención, insinúa que podrías esconderte muy bien de tu padre si de verdad era tan molesta su protección. Tu hermana parece no tomarle mucha atención y te sujeta de la mano para continuar, pero el intendente solo menciona, pasillo 58, donde ahí casi nadie entra. Tu hermana te jala y llegan rápido con su padre, tu hermana también está harta de que el hombre haga escándalos por todo. Al poco tiempo de llegar con él, también llega tu mamá con algunos helados y todo pareciera felicidades de nuevo, todo excepto el pasillo 58 y su nombre pareciera borrarle la sonrisa soleada a tus padres, puesto que sugieres ir ahí y te dicen de inmediato que no, que mejor vayan al pasillo 14 de los bosques de coníferas o al pasillo 100 de las aves australianas. Todo es felicidad de nuevo el resto del domingo, pero no puedes quedarte así, tienes que regresar al zoológico, pero esta vez debe ser solo.
            No existe un mejor momento para un escape, que un día de pinta entre semana, mientras todos entretenidos en las escuelas o en sus trabajos, tomas un camión, aunque es el primero que tomas, pero te aseguras muchas veces que sí sea el que dirige al Central Grial. El camión hace un largo recorrido de una hora y media o un poco más. Bajas y entras, pagas con el fajo de billetes que le robaste a papá mientras dormía, te sobran algunos billetes para el regreso y para comprarte helados, refrescos o cosas de comer, pero es mejor no entretenerse, aunque el zoológico es tan majestuoso y hay pasillos increíbles como el 12 de La cordillera de Los Andes, el 30 del Serengueti o el pasillo 70 del Amazonas, debe ir uno al objetivo. Imaginas que por ser entre semana estaría casi vacío, pero error, muchas escuelas en excursión, no importa, buscas al intendente que te dio el dato del pasillo 58 pero no está, en cambio preguntas a la señora de un puesto de dulces y al hacerlo pareciera como si estuvieras diciéndole que buscas al diablo o no sé qué, asustada primero pregunta que dónde están tus padres, posteriormente no sabe dónde es, dice que ella ni de chiste se acerca ahí, después más adelante hay un intendente, obviamente no el que te pasó el tip, sino otro, me dice que si voy al pasillo 58 vaya con mucho cuidado, que de preferencia pudiera evitarlo. Todos palidecen casi casi con la mención del pasillo 58 y muy pocos quieren decir cómo llegar, a la vez no hay rastro del intendente barbón de voz áspera, aun así uno preguntando llega a Roma o a su objetivo. Está por fin cerca el pasillo 58, para entrar hay una rampa que te dirige un gran cuarto abierto, a primera vista parece ser solo un lugar con paredes, ladrillos y pavimento, nada extraordinario, eso sí, ronda un silencio muy inquietante. Lees el cartel del pasillo y dice “Área de arenas movedizas”. Miras con atención y te das cuenta que hay unas bardas como las de las jaulas cerca de cada pared y estas tienen sus cédulas y detrás de las bardas hay tierra que apenas si se nota. Te acercas a la barda y te das cuenta que la tierra no es del mismo color en toda la extensión del cuarto, comienzas a leer las fichas, una dice “Arenas movedizas del Sahara”, otra “Arenas movedizas del Amazonas”, “Arenas movedizas de Formosa, Argentina”, “Arenas movedizas de pantanos de Florida”, “Arenas movedizas chinas”.
            ¿Es en serio? ¿Tantas advertencias del pasillo 58 para encontrarte esto?
            Debes aceptar que es un poco inquietante que de todo el parque recreativo, ese sea el único lugar al que no llega público, si acaso pocas personas, otra cosa un tanto perturbadora es aquel silencio que pareciera encerrar la zona en un umbral apartado del mundo. Decides irte de ahí con la incertidumbre de si lo que cosquillea entre tus piernas es decepción o es intriga, regresas un par de veces, como si checaras que algo haya cambiado, pero no, secciones de tierra y arena húmedas de distintos colores. Te vas del pasillo y del zoológico, compras un helado, tomas un camión de regreso a la escuela, esperando que de nuevo sea el camión correcto. Llegas a la escuela, esperas a que lleguen por ti en el patio sin que se den cuenta el director o algún maestro. Llega tu mamá en su auto, te escabulles antes de que algún compañero chismoso se percate de tu presencia y grite algo. Durante los próximos días estás pensando constantemente en las arenas movedizas, ¿qué riesgo podrías correr si no las pisas? ¿Qué tiene de aterrador el pasillo? Es más, ¿qué tiene de extraordinario o divertido?
            A las dos semanas de que la idea estuvo yendo y viniendo a tu cabeza, decides regresar al Central Grial, examinar de manera detenida el pasillo 58. Haces la misma hazaña, robas dinero de papá, te fugas a mitad de clases, tal vez fuiste visto por algún compañero chismoso, por algún conserje o maestro, esperas que no pese a tal vez esta fuga fue un poco menos precavida que la pasada. Tomas el camión y te bajas en el zoológico, pagas lo de la entrada, tratas de recordar el camino al pasillo, después de deambular por algunas zonas y ver algunas avestruces a lo lejos, llegas a la ruta que te lleva hacia el objetivo, llegas al fin y entras por la rampa. De nuevo el silencio de un umbral solitario, las mismas áreas de tierra tras las barras, distintos colores según el tipo de arenas. Observas entre la quietud, ni un solo ruido cerca, tratas de buscar lo peligroso, te da la impresión entre toda la armonía de que las áreas movedizas están vivas, escuchas clara su respiración, escuchas como algo quieren decirte. No estarás seguro hasta que tomes un poco de tierra de alguna, así que te acercas, elijes la que dice “Arenas movedizas de Cambridge”, tomas un poco con mucha cautela, pues piensas de pronto que la arena puede sujetarte y llevarte consigo, pero no es así, tomas la porción y sientes la arcilla entre tus dedos, una sensación de humedad que parece extraño, pues la tierra tiene primero apariencia de estar seca, vas a otras arenas, esta vez eliges unas de Australia, tomas la porción, lo mismo, una sensación agradable de barro en tu piel. Podrías meter con cautela un pie en alguna. Miras las fichas para saber bien cuál elegir, después de dar unas vueltas te decides por las arenas del Sahara. Atraviesas la barra, pones muy lento un pie sobre las arenas desérticas, este no se hunde, la tierra pareciera volverse lodo y agua en cuestión de un segundo, la huella de tu zapato queda marcada. Quedas pensativo unos instantes, te decides con mucho valor y pones tus dos pies sobre las arenas, parado sobre esa extensión impredecible, notas que no parecieras hundirte, si en dado caso pasara, aún tienes cerca la orilla para agarrarte y con fuerzas salir, pero no, parece que estás pisando una alfombra acuosa, solo eso. Decides acostarte boca arria y disfrutar un rato, al hacerlo tu cuerpo se aleja de la orilla, no importa, las arenas parecieran ser las más amigables contigo. Es relajante, escuchas la respiración del arenal como una suave canción africana, todo parece ir muy bien hasta que suena tu teléfono celular, miras que es tu padre quien te está llamando, y sientes que una parte tuya se comienza a hundir, al tratar de reincorporarte se sumerge la mitad de tu cuerpo de golpe, ahora esa suave arena pareciera que te está queriendo comer, contestas el teléfono, tu padre te grita al otro lado de la bocina que dónde estás, que le llamaron de la escuela porque te vieron salirte. Te quedan dos opciones, colgarle y tratar de salir de las arenas o pedirle ayuda, y para ambas te queda poco tiempo. Sigues en silencio al teléfono, tu papá sigue insistiendo, cada vez sube más el tono de su voz, después de mucho le dices que estás solo en el pasillo 58 del Central Grial. Ahora te das cuenta que tu cuerpo está hundido hasta los hombros, solo tienes tu brazo con el celular afuera, lo demás parece ya succionado, tu padre comienza a desesperarse. “¡No deberías estar ahí, vete de ese lugar!” comienzas a hundirte más, “¡Vete, vete!” Solo queda tu cabeza más la mitad de tu brazo a la intemperie, comienzas a gritar, pedir auxilio. Tu padre se aterra, te repite que no deberías estar ahí y que llamará de inmediato a los del zoológico. Por primera vez no quieres que te cuelgue, tu brazo ya se hundió con todo y tu teléfono, comienzas a luchar pero las fuerzas se te disminuyen, ya solo queda tu cara boca arriba y estás sintiendo poco a poco como la arena comienza a entrar en tu boca, después en tu nariz, cierras los ojos porque ya comienza a tocarlos, una sensación áspera muy fuerte los rosa, retienes aire.
            Estás sepultado, sientes poco a poco como se va tu poco oxígeno retenido, sientes arcilla apretándote, pero sientes otro movimiento que pareciera ser ajeno a la tierra, algo parece que se aproxima desde abajo hacia ti, cuando piensas que en la agonía no existe el miedo, este da sus últimas patadas así como tú antes en la superficie, lo que se aproxima está subiendo más y se coloca junto a ti, escuchas una voz que te susurra al oído, identificas al intendente barbón que te habló sobre el pasillo 58 delante junto a ti, sin poder abrir los ojos, puedes imaginarlo con una sonrisa demoniaca y su mirada de pupilas verdes fijada en ti, como si la arena no le afectara. “Alguien no debería estar aquí” es lo que te susurra.